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Zil Gamar!

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Luego de varias décadas de difusión de la Cábala hebrea y otras disciplinas espirituales encontramos numerosas prácticas y técnicas que nos permiten acercarnos a la felicidad de estar vivos, de recibir placer. 

Cierto es que no hay un método generalizado o un manual que nos aproxime a dicha felicidad; para algunos será el arte, para otros la adquisición de información, la acumulación de dinero o bienes materiales; otros hallarán regocijo en la seguridad que les brindan los lineamientos de las religiones o toda clase de terapias; etc.

Más o menos conscientes, la mayoría de nosotros estamos en la búsqueda de cómo vivir en armonía y tener una vida fructífera.

Tomado desde un punto de vista espiritual, el intento de conseguir dicha felicidad y crecer en la misma podría denominarse “aspiración espiritual”, y podemos encontrar numerosas tradiciones con las más variadas prácticas que quizás encajen en la particular idiosincrasia de cada uno. 

Esto no significa que sea fácil comenzar una vida espiritual consciente; más bien todo lo contrario ya que es probable que nuestro sistema de creencias original, mandamental, absorbido desde la infancia se vea movilizado, resquebrajado, cuestionado, generando incomodidad y sembrando dudas. 

 

Suele suceder que, por lo menos en el ámbito de la Cábala,  cuando el aspirante espiritual toma nota de los cambios psíquicos estructurales que demanda sumergirse en ese área,  abandona rápidamente su intento, ya sea por miedo, poca convicción, entorno desfavorable o falta de voluntad. O por el contrario, se produce una metamorfosis o “conversión sobre uno mismo” como diría C. G. Jung, generando una carga de sobreactuación que produce más incordio y falsedad que placer. 

Una vida espiritual consciente dentro de la Cábala no implica una vida de clausura. Ni tampoco que haya que sentarse a meditar todos los días o seguir exactamente el calendario astrológico o cabalístico, o llevar a cabo complejos rituales  o recitaciones de intrincadas  fórmulas cuyo contenido no se comprende ni siquiera desde el lenguaje literal.

Sentirse apremiado por hacer “todo”, comprender “todo” y lo más rápido posible  deriva  finalmente en una improductiva pérdida de tiempo y entusiasmo, y bajo ningún aspecto garantiza el crecimiento espiritual o el beneplácito del Cielo.

Mantener las prácticas que propone la Cábala en su forma más simple, siempre dentro del contexto de las fuentes clásicas hebreas, es el consejo de los sabios cabalistas de todos lo tiempos. “Zil Gamar!” al decir del Rabi Hilel. 

 

La crisis

 

Suele suceder que la vida espiritual comienza en muchos casos por una crisis de identidad personal y falta de dirección en la vida. 

Conviene aclarar aquí que no todas las personas tienen crisis de identidad, ni de mediana edad, ni de nada. Hay gente que percibe que se halla conforme con lo que hace, con lo que  tiene y siente, y permanece en sus vidas en cómodo orden y sin sobresaltos. 

En cambio, se puede observar en quienes sí sienten un profundo cuestionamiento sobre el sentido de su existencia, que la intensidad de la crisis es directamente proporcional al alejamiento de su misión personal, de la realización, del Sí Mismo, de su Ser Superior.

El proceso de desarrollarse a Sí Mismo, en términos psicológicos o de producir su  “individuación”, es decir volverse uno mismo y por consiguiente ser feliz expresando los aspectos personales más profundos, puede comenzar a generarse, conseguirse y por sobre todas las cosas, mantenerse, a través de la guía que propone, entre muchos otros métodos de Cábala hebrea,  el recorrido por el Árbol de la Vida.

 

Este recorrido, una vez aprendido, puede ser aplicado y replicado tantas veces como sea necesario para conseguir objetivos en todos los ámbitos, desde el material al espiritual, dentro o fuera del período del Omer. 

Así, el aspirante espiritual que elige la Cábala como camino podrá observar  dónde se encuentra (Malkut) y a dónde quiere llegar (Keter), sus objetivos (Tiferet), sus miedos y fantasías (Iesod) sus talentos y defectos (Netzaj), lo que hay que aprender y estructurar (Hod), sus aperturas (Jesed) y limitaciones (Guevuráh); el camino predeterminado que ha traído (Bináh), su creatividad y fluir intuitivo innatos (Jojmáh). Y unir todas estas partes a través de los senderos para recrearse en una nueva y mejorada versión de Sí Mismo. 

 

Claro, lo antedicho es una reducción teórica adaptada para este medio; el recorrido por las Sefirot es una tarea práctica y subjetiva; es una exploración íntima cuya intención es el refinamiento de la personalidad, conocerse a sí mismo y encontrar el sentido de la vida.

 

©Ruth Percowicz - Todos los derechos reservados

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