

Lo que Traen los Sueños


-Y Jacob despertó de su sueño y dijo: “De veras que Dios está aquí, y yo no lo sabía!” - (Gn.28:16).וַיִּיקַ֣ץ יַעֲקֹב֮ מִשְּׁנָתוֹ֒ וַיֹּ֕אמֶר אָכֵן֙ יֵ֣שׁ יְהוָ֔ה בַּמָּק֖וֹם הַזֶּ֑ה וְאָנֹכִ֖י לֹ֥א יָדָֽעְתִּי׃
No es fácil despertar de un sueño, adaptarse a la fría luz del día, a las importantes restricciones del mundo material, y además ponerse a trabajar en ellos. Sí, en los sueños. Hacer lo que sugieren los maestros de grabar o escribirlos para luego analizarlos y llevar un diario de sueños y meditaciones... es que hay otras cosas más importantes que hacer!
¿De veras? ¿Más importante que reconocer y vivenciar la Unidad?
La expansión y trascendencia, profecía, misterio y anticipación que nos trae el mundo onírico, con todos sus elementos simbólicos, arquetípicos, restos diurnos, deseos reprimidos, imágenes archivadas y todo lo demás, nos hace atravesar y vislumbrar realidades aún no comprendidas.
Deberíamos hacer ingentes y diarios esfuerzos por entender los enigmas o las revelaciones de nuestros sueños, estudiar y profundizar cada vez más en aspectos complejos de la cábala y de la psicología analítica y rasgar, aunque sea un poquito, de ese infinito e inexplorado material inconsciente que nos habla desde otra dimensión.
Durante el sueño, el área más elevada de nuestro alma (la Neshamáh) se “despega” de nuestro cuerpo, el cual queda con el mínimo soporte vital para permanecer en Tierra, mientras ella circula por los planos espirituales de la existencia personal (y colectiva) recogiendo información, sintetizando, recibiendo energía, despertando áreas veladas de nuestra mente, generando imágenes, reponiendo, compensando y mucho más.
En su periplo, la Neshamá interactúa con otras entidades espirituales y almas que suelen colaborar (o no) para resolver o complicar situaciones específicas propias para nuestro Tikún (o corrección del alma) que luego de pasar por varios filtros se manifiestan a nivel consciente.
Ya es archiconocida pero muy poco atendida la afirmación del Talmud (Berajot 55a) “Un sueño sin interpretar es como una carta no abierta”. También encontramos en la raíz de la palabra “jalom” (sueño), la posibilidad “jalam” que significa curarse o fortalecerse, además de “ajlam” oculto o desconocido.
Lamentablemente el judaísmo rabínico considera hasta hoy a la mayoría de los sueños “completamente insignificantes, un simple refrito de las esperanzas, preocupaciones y fantasías que ocuparon nuestras mentes durante el día.” (Rabi David Rosenfeld).
Observo estas desviaciones con inusitada frecuencia en la consulta personal de coaching: los sueños no son importantes ni merecen ser decodificados. Esto es un error fundamental. La Cábala, al igual que la psicología junguiana, suavizan, unifican y profundizan lo que desde la ignorancia se pretende separar justificando postulados rígidos y arcaicos que expresan miedo y manejo de poder.
La naturaleza simbólica de los sueños, constituida por la imagen, nos trae la magnanimidad atzilútica (o espiritual) de Jojmáh, esa emanación del pensamiento no verbal, de la sede del inconsciente colectivo y de los arquetipos universales.
Sin embargo, siglos de educación en los que se ha privado al hombre de la posibilidad de reconocer la naturaleza de su propia alma, nos han forzado a creer que los sueños pertenecen a un mundo inaccesible y, al mismo tiempo que ellos, los sueños, los mensajes que nos traen su hondo y preciso significado no pueden penetrar en éste.
Para decepción de muchos y euforia de otros, todos los sueños relatados en el TaNaJ reflejan exactamente lo contrario. Sueño y soñador se vuelven una misma cosa ya que soñador y sueño están operando desde Olam haIetziráh - el mundo de la Formación, al mismo tiempo. En ese ámbito, allí en donde los profetas han tenido sus visiones y experiencias, existe una Unidad, una realidad que la ciencia y el intelecto no han podido penetrar.
Así es como Jacob confirma literalmente cuando se despierta que Dios (יהוה) -y por lo tanto todos los aspectos vinculados con la divinidad- “están aquí”. Jacob en su inmensidad la puede distinguir hasta en una piedra, pero la mayoría de nosotros estamos tan separados de la divinidad que no tenemos desarrollada siquiera la habilidad de reconocerla.
El trabajo profundo que hacemos en sesión es una herramienta indispensable para interpretar cada sueño, para fundirnos en la Unidad, divisarla a cada paso y obrar con certeza en nuestra vida cotidiana.
©Ruth Percowicz - Todos los derechos reservados