

La Genuflexión


(Del lat. genu flexio, flexión de rodilla.) s. f. Inclinación hecha doblando la rodilla en señal de reverencia, sumisión o adoración.
El gesto de arrodillarse denota humildad y sometimiento. En el pasado (?) los súbditos y los esclavos debían arrodillarse ante su rey siendo éste un acto que se llevaba a cabo con gran frecuencia y sin pensarlo demasiado, ya que negarse a hacerlo significaba azotes o directamente la muerte.
Arrodillarse es una acción física que moviendo la compleja articulación de la rodilla expresa reverencia, indica que somos vulnerables encogiendo nuestro cuerpo para hacernos más pequeños en lo que es un principio esencial dentro del lenguaje no verbal de los mamíferos, relacionado con la subordinación u obediencia.
Bajar la altura mediante la flexión de las rodillas sigue siendo una sana costumbre entre los judíos caraítas (judíos que sólo reconocen la autoridad del TaNaJ) quienes rezan en esa posición.
El Rabi Iosef Tzaiaj (1505-1573), fue probablemente el último cabalista en impulsar el uso de la posición profética, ahora rescatada por los místicos de la Merkaváh (la carroza de Ezequiel), en la que se pone la cabeza entre las rodillas para generar un trance profético. Esta posición “genuflexa” fue además usada por Elías en el Monte Carmel.
Claramente en hebreo hay una conexión entre la reverencia física y lo sagrado, ya que la palabra rodilla o berej (ברך) comparte raíz con bendición o brajáh (ברכה) y con mercaváh (מרכבה - vehículo, carro).
Así, cada vez que decimos “Baruj atá Adonai” ברוך אתה ה o “Bendito Seas, Tú Dios...” ejecutamos verbalmente lo que debería ser una acción física.
Sin embargo, este gesto corporal, que en algunos casos parece anticuado, reservado para algunas religiones, ha sido fomentado y mantenido firmemente a lo largo de siglos por el poder que doblega mentes y emociones mucho más rápido que lo que cualquier mortal tarda en ponerse de pie.
Arrodillarse siempre ha supuesto un conflicto interno o un desafío, ser un genuflexo hoy en día equivale a inclinarse ante cualquiera que nos apura o amenaza, es una concesión que alivia el temblor de nuestras rodillas cuando alguien nos inspira miedo.
Pero cuidado, ese cualquiera no es únicamente el mal, un delincuente o un político terrorista, sino que podría ser por ejemplo, un hijo, quien potenciado por la debilidad emocional y carencias afectivas del padre lo doblega, consiguiendo someter su autoridad pervirtiendo el equilibrio y la higiene mental de la familia.
Entre nosotros, un comando espiritual, jamás será genuflexo ante un poder que no sea su Autoridad reconocida. De esta manera, es lo suficientemente flexible para adaptarse a situaciones diversas manteniendo una rigurosa disciplina reconociendo quiénes son sus mandos naturales, respondiendo a ellos en forma íntegra y transparente. Un miembro de esta élite tomará acción comprometida con los valores que defiende, sin pausas ni titubeos. Un soldado celestial no se somete, obvio, y si la circunstancia reviste peligro de muerte (como la pandemia COVID-19), por ejemplo, primero discernirá si la propuesta alternativa es una trampa del enemigo o puede favorecer su objetivo tácito de "elegir la vida." (Deut.30:19)
Tenemos la fantasía de creer que no nos arrodillamos ante otros dioses y sin embargo lo hacemos todo el tiempo, infantilmente, en flagrante transgresión al 5to mandamiento y a la dignidad personal, al cultivo de la mente y al objetivo de Unidad, por lo menos personal, esa que propone ser Uno Mismo o relacionarse íntimamente con el propio Ser Superior. Nos sentimos orgullosos porque físicamente no nos postramos pero esencialmente seguimos siendo esclavos o prisioneros de guerra.
Es sintomático observar con frecuencia las dificultades en la tensión de la rodilla, allí es en donde hay que observar que la rigidez emocional e inmovilidad espiritual se compensan con exagerados esfuerzos físicos, que finalmente se manifiestan como lesiones en ese órgano.
En vez de ocuparse de que no haya nada paralizado en su interior, en lugar de hincar la rodilla ante el TodoPoderoso en señal de humildad, de que su alma sea una mercaváh (vehículo) que se expresa con brajot (pl. brajáh) y que su ser se arrodille únicamente ante su Ser; ahora el genuflexo se inclina ante la fantasía, la teoría, el poder de turno, el miedo, la mentira, la superficialidad... otros dioses, báh.
La genuflexión en señal de humildad, respeto y temor no ha pasado de moda; ha cambiado de dios.
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