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Aún no hemos salido de Egipto II

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Hace justo un año habíamos escrito el editorial “Aún no hemos salido de Egipto”.

 

Evidentemente, luego de una revolución solar completa y a juzgar por el estado de cosas, el trayecto a recorrer para obtener la “libertad” (o salir de Egipto, o de la auto-infligida opresión) es un asunto que NO nos interesa. 

Ciertamente que es más fácil y económico dejarnos engañar por nuestros supuestos representantes, en quienes delegamos nuestra vida, creyéndonos una fantasía de protección o democracia o algo así y vagar por el desierto de la ignorancia, defecto que es inmediata e íntegramente aprovechado por el ejército del mal.

Pero este asunto no es nuevo. Desde hace milenios tenemos indicios de que la energía de la destrucción trabaja sin descanso y a largo plazo, y nosotros, tan sublimes que nos creemos con nuestros ineficaces sistemitas parciales seguimos jugando al “como si”, evadiendo la responsabilidad y el compromiso del crecimiento personal y por lo tanto espiritual, de la sangrienta y desigual lucha contra la Negación de la Luz.

 

El surco generado por el “Otro Lado” se sigue profundizando cada vez más, cumpliendo cual obsesivo ritual su fétido cometido de combatir y en última instancia reemplazar al Bien.

 

Ciertamente que no encuentra mucha resistencia: las actitudes pasivas como mirar TV (todavía hay gente que mira TV!), no escuchar al Maestro Interior (ni al exterior), quejarse por las redes sociales, ingerir drogas sintéticas por placer o por prescripción médica sin informarse ni importar las consecuencias, no discernir lo que se desea en forma clara y precisa y por lo tanto no concentrarse en la misión personal, conformarse con el carácter permanente que adquiere algo mediocre que comienza siendo transitorio, pasar horas deslizando el dedo índice en una pantalla mirando figuritas, digitar sobre un teclado palabras de oscurantismo; por mencionar algunas actitudes aleatorias humanas, forman una larga y densa lista que podría integrar el Códex Gigas o “La Biblia del Diablo,” el libro más grande del mundo. 

 

Sin embargo, en otra Biblia más luminosa, encontramos que esta moderna descripción ya sucedía hace unos 3000 años, quizás con algunos matices menos tecnológicos en la época del profeta Samuel, de cuando el pueblo tampoco escuchó ni se conectó con su propia santidad.

La nación de Israel se había encaprichado con que quería un Rey en vez de un Juez o un Profeta para que los guíe, incidente que no cayó bien en Samuel  que lo interpretó como “el mal” (I Sam. 8:6), quien oró buscando respuesta.

Entonces intervino Dios, como lo hacía aún en ese tiempo: “Y el Eterno le dijo a Samuel: Escucha la voz del pueblo en todo lo que te dicen porque no te han rechazado a ti sino que me han rechazado a MI para que YO NO sea Rey de ellos. Conforme a todas las obras que ha hecho desde el día en que los hice subir de Egipto hasta hoy, dejándome a MI para servir a otros dioses, así hacen contigo. Ahora pues escucha su voz pero adviérteles seriamente y declárales CÓMO SERÁ EL REY que ha de reinar sobre ellos”. (I Sam. 8:7-9) 

 

El gravísimo error de otorgar autoridad, poner la fe, la salud, la vida, la libertad, el bienestar en otro, no ya en Dios, no ya en Uno Mismo, sino en CUALQUIER OTRO, que ni siquiera conocemos, en quien realmente no confiamos es cuanto menos un autoengaño, un atraso, una demostración del éxito del mal en continuado, la indiferencia hacia los anhelos de nuestro alma y de la pésima utilización de los recursos divinos y dones naturales que poseemos y nos empecinamos en no reconocer.

Es fenomenal la advertencia divina con detalles acerca de la “manera en la que el rey reinará sobre vosotros” que figura por escrito desde hace miles de años y nosotros seguimos sordos: (el rey) “Tomará a vuestros hijos y los pondrá a su servicio para carros de guerra...Tomará a vuestras hijas para ser cocineras...tomará vuestros campos y se los dará a sus propios sirvientes...tomará el diezmo y se los dará a sus funcionarios...tomará a vuestros siervos y los ocupará en labores para sí mismo… vosotros mismos seréis esclavos suyos... “  

“Y os quejaréis entonces de vuestro rey a quien habréis escogido y el Eterno no os responderá en aquel día”. (I Sam. 8:11-18)

 

Así están las cosas.

Algo habría que hacer, estimo, si la humanidad pretende mejorar, y es despertar finalmente nuestros corazones, retomar nuestro sendero de búsqueda interior, estar alertas y preparados para el combate, confiados en nuestro propio poder de curación, de elevación, de crecimiento para salir de la masividad y la repetición; discernir cada cosa, palabra, actitud, y acercarnos a la emancipación y liberación del yugo opresor que en sus astutos disfraces nos aleja cada vez más de la libertad.

 

Jag sameaj

 

©Ruth Percowicz - Todos los derechos reservados

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