

Ajedrez o El Ocio del Cabalista


Cuando aprendemos a jugar al ajedrez por primera vez, nos damos cuenta de que comenzamos con habilidades muy limitadas. Una vez que comprendimos las reglas básicas que controlan cada pieza, podríamos "jugar" al ajedrez. En vez, nos percatamos de que no somos tan inteligentes con el nuevo juego. Cada derrota temprana llega como una sorpresa, no pensamos en una posible movida audaz del contrincante o no supimos anticipar el siguiente paso.
Igual que en la vida, esto es de lo más común.
La mente humana absorbe estas experiencias, almacena diferentes configuraciones vistas en el tablero, descubre ciertos trucos y estratagemas y, en general, adquiere los matices del juego (o de la vida) de a un movimiento por vez.
El “Shaj” o ajedrez en hebreo, cuya guematria es 320, implica una gran cantidad de pensamiento abstracto de alto nivel: coincidencia de patrones visuales para recordar posiciones del tablero, reglas y pautas, pensamiento consciente, memoria, discernimiento e incluso psicología.
Dadas sus características el ajedrez agudiza la mente. Perfeccionar nuestras habilidades analíticas y estratégicas es una actividad muy valiosa que podría equivaler a una elevación de índole meditativa, que además favorece y agiliza nuestro aprendizaje.
Este juego ha capturado durante mucho tiempo las mentes rabínicas.
Se pueden encontrar referencias al juego incluso en los escritos de Rashi (Ketuvot 61b sv.), existe un midrash en el que se relata que el Rey Salomón jugaba al ajedrez con su comandante en jefe Benahya Ben Yehodaya, y además, el Rebe de Lubavitch lo recomendaba con frecuencia.
La pieza más importante en el Tablero de Juego es el Rey (Dios). Todas las demás piezas giran en torno a él y toda su misión consiste en protegerlo y servirlo.
La Reina representa la manifestación femenina de lo divino, conocida como la "Shejiná", íntimamente involucrada con cada aspecto de la creación, otorgando vitalidad y sustancia a cada existencia. La reina es la pieza más práctica, a menudo enviada a las líneas de fuego, incluso puesta en peligro.
Luego están los alfiles, torres y caballos. Son rápidos, libres, no tan limitados por la geometría que los rodea inmediatamente; pueden "volar" libremente, sin restricciones. Estos son símbolos de los ángeles, en sus tres categorías “serafines”, “jaiot” y “ofanim”.
Sin embargo, los ángeles están acotados por su propia posición en el ámbito espiritual.
El hombre, en cambio, crece a través de la restricción, sin la misma no hay elevación, y son éstas orillas las que estimulan su crecimiento más profundo. Los límites de nuestra existencia crean fricciones, lo que nos hace esforzarnos contra las pruebas y decepciones de la vida.
Finalmente, tenemos a los peones. Son muy cortos en su recorrido, se mueven solo de a un paso por vez, siendo constantemente "derribados". Sin embargo, son quienes abren camino para que se puedan alcanzar las alturas más elevadas.
El peón representa al ser humano, que da pasos muy pequeños en el campo de juego y muy limitados en todos los aspectos del viaje y crecimiento cometiendo errores que constantemente nos "derriban".
Pero cuando perseveramos y superamos la angustia, luchando para someter la oscuridad y revelar la presencia del "Rey" dentro de nuestra propia naturaleza, psique y el mundo que nos rodea, es incluso factible superar a los ángeles.
Estadísticamente el resultado más frecuente es “hacer tablas”, un empate en el cual no hay ni ganadores ni perdedores. Y así, sin pena ni gloria finaliza la partida. Es de esperar que el juego de la vida no termine así.
Los persas y los árabes fueron los transmisores del ajedrez a Occidente, si bien el origen verdadero se le atribuye a India. Los hindúes consideraban al estudio y concentración del ajedrez “Shatranj” (o del sánscrito Chaturanga: ejército tradicional) como un aprendizaje de ofensa y defensa.
La esencia del mismo consiste en dos ejércitos enfrentados, uno blanco -el de la Luz- (los devas o los ángeles) y uno negro -el de las tinieblas- (los asuras o los demonios). Dos ejércitos luchando por sus principios, o la luz y las tinieblas, debatiéndose en el interior del hombre.
Para el discípulo o aprendiz de Cábala resulta fascinante la importancia de los Senderos de Sabiduría, que son 32, al igual que las piezas de dicho juego que se mueven en un tablero de dos colores (el mundo de la dualidad); y que es libre de elegir su estrategia y movimientos.
Pero, conforme el juego avanza (o la vida misma) y se produzcan errores el jugador podrá llegar al final del juego sin haber aprendido nada, o en jaque; o desarrollándose e integrándose en sus luces y sombras, triunfando con un ...jaque mate!
Javerim, a jugar!
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